jueves, 13 de octubre de 2011

Documental “Dos décadas sin Melissa”: 20 años sin justicia

Hace 20 años un sobre-bomba llegó a la redacción del semanario Cambio, la periodista Melissa Alfaro, era la Jefa de Informaciones de la mencionada revista, como tal, debía revisar la correspondencia para armar el cuadro de comisiones.

El sobre que contenía anfos, un peligroso hidrocarburo, puso fin a su existencia. 2 décadas después, Norma Méndez, su madre continúa en una inacabable lucha en búsqueda de justicia. Se han desaparecido los expedientes del Caso Melissa Alfaro, pero aún así el proceso está a punto de irse  a juicio oral.
En conmemoración a Melissa Alfaro, un grupo de estudiantes de la Escuela de Periodismo Jaime Bausate y Meza realizó un documental que muestra la brega encomiable de la madre de Melissa con un sólo objetivo: justicia.

Este es el documental:

Además, Magari Quiroz, mejor amiga de Melissa Alfaro, quien además le puso su nombre a su hija, escribió una emotiva carta abierta dedicada a su amiga del alma. Aquí la misiva completa:
Te he escrito tantas veces Meli del alma mía que ya no se podrían contar, pero esta carta tiene algo de especial porque me ha pedido que lo haga alguien que no te conoció, intuyo que debe tener la edad que tenías cuando te fuiste para siempre jamás y si hace estas cosas es porque debe ser de los nuestros. También debes saber que lo que te digo lo sabrán otras personas y así muchos más descubrirán cuánto te quiero y significas para mí.
Se afinan los recuerdos de cuando juntas tejíamos sueños como dos hilanderas que creen que vivirán para siempre, también de lo vivido estos veinte años de tu ausencia. Ahora te hablo más que cuando andábamos juntas y tú me preguntabas, como en un interrogatorio, sobre lo que me pasaba, querías saberlo todo, pero a mí me daba flojera hablar de mis cosas.
De esos tiempos me han quedado algunas manías ¿recuerdas cuando vendíamos cosas para los pasajes, los cigarros y los chicles? tú eras mejor vendedora, ahora lo sigo haciendo y hay tanto de necesidad como de complicidad con tu recuerdo; también me sigo paseando por el jirón de la Unión aunque ya no venden las bombas con manjar que a veces comíamos, ha cambiado todo, ahora las pizzas están de moda.
Hasta ahora me río sola del tiempo que dedicábamos en clase a escribirnos mensajes en los cuadernos, a veces no podía contener la risa por nuestras ocurrencias y tu pequeña naricita traviesa era una celebración aparte; conservo algunos trabajos que hicimos juntas, reportajes, crónicas, investigaciones, días, noches y madrugadas en el centro de Lima, en el mercado mayorista, en los alrededores del río Rímac… nos gustaba vagar y cantar en voz alta alguna canción tonta para reinos de nosotras y de nuestras cuitas de amor
Me quedé con el CD de Normita, me lo prestaste, te lo habías sacado sin que ella lo sepa, nunca te lo devolví, lo escuché tanto que el pobre Silvio Rodríguez perdió la voz. Cuando quise devolvérselo me dijo que estaba mejor conmigo, no sabes lo que significó ese gesto para mí; también tengo tu chalina a cuadros rojos y azules que me la pongo cuando el alma se me resfría y leo los poemas de Mario Benedettí que leíamos juntas, sí “compañera usted puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo” como ahora y hasta siempre. Debiste dejarme tus guantes negros de cuero para los fríos inviernos que cada vez son más helados y más largos y se agolpan unos a otros sin piedad, para unos más que para otros, ya sabes: los niños siguen muriendo de frío, todavía viven en casitas de esteras con techos de plástico para que “no pase la lluvia” y pisos de arena y los hospitales no son suficientes para atenderlos.
Nunca sabré porque fuiste a mi casa a visitar a mi madre dos semanas antes de tu partida, ni porque le pediste que no me lo dijera, ni tampoco porqué una noche antes me dijiste “chau” más tres veces en Bausate, parecías no querer irte así que decidí ir tras de ti, hasta la esquina y ver cómo te alejabas con tus pasos de gacela. Volteaste, sí, volteaste para decirme adiós con la mano levantada y yo con un nudo en la garganta porque extrañabas mucho a Roberto, tu Roberto, tu amor. Te estabas despidiendo de mí y no lo sabía. Al día siguiente, no llegó tu llamada como solía suceder a la hora de almuerzo para preguntarme si iríamos juntas a otro día de clase, yo salía de trabajar, en cambio la noticia de tu asesinato estalló en mi cabeza como el explosivo que destruyó la geografía de tus pasos, que mancilló tu nombre hermana mía.

Te asesinaron palomita tierna y dulce, mujer valiente y honesta, te arrancaron de golpe las alegrías y el dolor que significaban juntos la vida para ti y a mí me dejaron un vacío que no logro llenar y una tristeza extraña, a veces tranquila, a veces rebelde. Es verdad que la vida pasa, que el dolor ya no es el mismo, que nos sumergimos en nuestros afanes y trajines diarios, pero yo sigo tejiendo sueños y cuando pierdo la hebra, tu mano me la alcanza.
Alondra Melissa Alfonsina, mi hija, te quiere mucho, tenemos tu foto grande en casa, lamentablemente sólo tenemos una foto juntas en un bar del centro, reímos abrazadas, sabíamos que no nos separaríamos jamás y no nos equivocamos ¿por qué no más fotos? ahora la gente se toma más fotos que antes, a nosotras nos gustaba tomárselas a los demás. Siempre dice mi tía Meli y cuando estaba en el colegio, y ahora en la universidad, expone sobre tu vida, te pone de ejemplo, saca cara por ti cuando algún desubicado no entendía nada, me sigue preguntando por nuestra amistad y yo inagotable sigo hablando de ti y le gusta Juaneco y su Combo, por ti, por mí, por las dos, ahora por las tres.
Tengo que despedirme porque no creo que quieran una carta tan larga, Jack terminará cortándola, así se llama quien me pidió escribirte, y no sabrá donde hacerlo, lo pondré en apuros y no quiero hacerlo.
Ya sabes palomita tierna, vuelve con los poemas de los hombres libres, con el sueño de las patrias libres, vuelve a abrir los puños cerrados que guardan la amargura de tu muerte, vuelve con la primavera a posarte entre los geranios del pueblo, así no existirá el adiós.
Tu hermana en todo lo que amamos. Magari.

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