«Comenzar un reportaje debería ser como llegar a una ciudad desconocida. Si cada vez pensáramos: No sé nada, generaríamos un periodismo maravilloso en vez de apenas pasable», declaró el periodista norteamericano Jon Lee Anderson el lunes 4 de noviembre, en la inauguración del taller de reportaje organizado en Rio de Janeiro por la FNPI (Fundación García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano), las revistas brasileñas piauí y serrote y el Instituto Moreira Salles.
A Jon Lee Anderson, que trabaja para New Yorker, se le ocurrió esa metáfora para el trabajo del reportero al encontrarse frente a los dieciséis colegas que participan en el taller; apenas cinco son brasileros, y once provienen de otros países latinoamericanos. Durante esta semana cada uno producirá un reportaje bajo su orientación. Bastantes se encuentran en Rio por primera vez. Otros se presentaron como periodistas especializados en cultura, economía o política.
El profesor los invitó a todos a desembarazarse de las visiones preconcebidas y de la compartimentación que se suele hacer en este trabajo y en cuanto a la propia realidad. Lo importante, según él, es aproximarse a cualquier realidad con una actitud de curiosidad a fin de entenderla y para tratar de reflejarla de la mejor manera posible. Ser extranjero en Rio y no hablar portugués se puede considerar incluso una ventaja. «Los que están en esa situación tienen que valerse de todos los sentidos: el olfato, el tacto, la vista. Es muy posible que los que vienen de fuera vean cosas que los cariocas no ven».
Otro de los temas recurrentes en las reflexiones que hizo Jon Lee Anderson acerca de sus experiencias de campo fue la importancia de observar con atención y la de confiar en el propio instinto. Resaltó ese aspecto del oficio al comentar dos reportajes que hizo: uno sobre Haití poco después del terremoto de febrero de 2010, y otro en 2009 sobre las bandas de narcotraficantes que imponen el dominio armado en las favelas de Rio de Janeiro.
Él llegó a Haití sin conocer el país y con poquísimos contactos. Tenía la obligación de hacer algo original, en medio de miles de reporteros de todas partes del mundo que cubrían también la tragedia. Se pasó tres días mirando por todas partes sin saber exactamente qué buscaba, hasta que el instinto lo llevó a concentrarse en Nadia François, una haitiana que había sido expulsada de Estados Unidos y que tras el terremoto asumió el papel de líder en una comunidad de indigentes de las afueras de Puerto Príncipe. Jon Lee la vio por primera vez cuando cruzaba una calle por la que él transitaba en carro, seguida por un puñado de niños. Le llamó la atención que la mujer no caminara como un zombi encorvado, como veía a la mayoría de los haitianos que vagaban desesperados por doquier, sino como una gacela, muy digna. Cinco horas después la volvió a ver, y seguía buscando comida rodeada de sus muchachos. En ese momento decidió contar su historia.
En el reportaje sobre los narcotraficantes Jon Lee Anderson terminó por concentrar la atención de su relato en el caso de Fernandinho, jefe del morro de Dendé, situado en la Isla del Gobernador, el mismo barrio donde queda el aeropuerto internacional de Rio. Llegó hasta él a través de un pastor evangélico llamado Sydney. Al mismo tiempo recorrió otros barrios controlados en esa época por el tráfico, como el Complexo do Alemão, una de las mayores favelas de la ciudad. Allá entró en contacto con otro pastor conocido por los traficantes, Marcos Pereira. Pero su instinto le decía que éste no era de fiar. «Me sentí como si me hubiera metido en una secta», cuenta. Por eso no le sorprendió enterarse de que actualmente Marcos está preso, condenado por estupro de fieles de su iglesia.
El tercer tema que se abordó en la primera jornada del taller fue el trato ético de los entrevistados. Lo sacó a colación Daniel Pardo, que trabaja en Colombia para la BBC y acaba de hacer un reportaje sobre los contrabandistas que venden gasolina de Venezuela en su país. ¿Se debe revelar la identidad de esas personas? Jon Lee Anderson respondió que no existe un código de ética único que cubra a todas las personas en todos los casos. Contó que él mismo, cuando contó la historia de la haitiana Nadia François, se saltó detalles que podrían perjudicarla. La obligación de un periodista de comportarse éticamente con el entrevistado puede incluir a los delincuentes, «nuestra función no es joder a los demás», pero no a quien tiranice la vida de otras personas, se trate de un dictador o un traficante.
Observación interesante: Jon Lee Anderson dice que no le gusta mucho usar la grabadora, aunque veces lo hace, cuando sabe que tiene que citar textualmente las declaraciones. «Cuando grabo no me acuerdo de nada; es como si se me desconectara una parte del cerebro», contó. Sí acostumbra tomar muchas notas, luego escribir según lo que recuerda, y escuchar la grabación solo para confirmarlo. «Lo que pasa ahí es que ¡ojo! ¡La memoria siempre embellece las citas!», advirtió, provocando una risotada general.
> Claudia Antunes
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