La profesión de periodista es, sin duda, una de las más apasionantes y complicadas, pero para las mujeres lo es más aún. El ataque en Egipto a una corresponsal de la CSB, ha sido uno de los detonantes que han hecho más visible hechos que afectan a casi todas las periodistas en el mundo.
Hace unos años atrás, cuando tomaba fotos de una manifestación de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) en el centro de la ciudad de La Paz, fui atacada por un grupo de indígenas que quisieron quitarme la cámara, tildándome de “gringa”, y me chicotearon. Pese a estar identificada como periodista, estos hombres (porque todos eran varones), me golpearon duramente sin importarles que fuera mujer y no pudiera defenderme.
Un grupo de personas, la mayoría mujeres, me ayudaron a escapar de los agresores. La paliza resultó en que doña Ana María Romero, en ese entonces Defensora del Pueblo, le escribiera una dura nota a Felipe Quispe, ejecutivo de la CSUTCB, recriminando la actitud de sus colegidos y que éste respondiera agresivamente. Fue una experiencia que marcó mi carrera como periodista, además de dejarme algunas cicatrices, y que me hizo ver que las mujeres no somos iguales al momento de ejercer una profesión como el periodismo que, desde ya y para todos tiene sus riesgos, pero que se acrecientan para las nosotras.
Mi anécdota es un mínimo ejemplo de lo que sucede con otras mujeres periodistas, no sólo en Bolivia, sino en el mundo entero, pero la cuento porque sé lo que es sentir impotencia, miedo y dolor. Son sentimientos que se quedan grabados a fuego y que, aunque una no deje de hacer el trabajo que tiene que hacer, la obligan a tomar recaudos que un colega varón no tomaría.
Hace poco la corresponsal Lana Logan de la cadena CBS, sufrió un brutal ataque de violencia física y sexual cuando cubría los eventos que ocurrían en la plaza Tahir en El Cairo. Fue golpeada por alrededor de 200 personas, todos hombres, y pudo ser rescatada gracias a la ayuda de un grupo de mujeres y de soldados del ejército egipcio.
Los atacantes acusaron a Lana de “judía” y casi la matan. Sufrió agresiones sexuales por casi 20 minutos, aunque no se ha reportado oficialmente de que haya sido violada.
Lana tuvo que ser evacuada de emergencia a un hospital, y luego trasladada a otro centro médico en Washington.
De acuerdo a los ejecutivos de la CBS, ella está ya en casa, junto a su esposo y sus dos hijos, recuperándose y quiere volver lo antes que pueda al trabajo. El hecho de que ella haya accedido a que la historia de lo que le sucedió se haga pública, demuestra un gran coraje. Y es una gran ayuda para hacer visible un problema que sufren las periodistas en muchas partes del mundo, como Jineth Bedoya quien trabajaba en la sección judicial de El Espectador en Colombia.
El 25 de mayo de 2000 a las 10:30 a.m. la periodista estaba en la entrada de la Cárcel Modelo cuando fue amenazada con un arma y secuestrada al parecer con la complicidad de los guardianes. Durante 16 horas fue drogada, torturada, agredida sexualmente y finalmente abandonada en un paraje de una ciudad cercana.
Desde ese día, se negó a salir del país y a ser una víctima más. Con ayuda de amigos periodistas, comenzó una tarea titánica para encontrar a los culpables de su crimen y aunque tiene varias pruebas que involucran a paramilitares y miembros de la fuerza pública, sus denuncias no han tenido eco en la justicia colombiana. Por el contrario, ha sido acusada por muchos ciudadanos de sostener relaciones con guerrilleros, con paramilitares y de ser una farsante.
En el año 2003, un hombre condenado por homicidio dentro de grupos de autodefensas, confesó ante la justicia detalles del secuestro de Jineth Bedoya y mencionó nombres de miembros de la Policía Nacional y cabecillas paramilitares involucrados.
Sin embargo el caso no se ha resuelto aún por completo, aunque Jineth continúa en su lucha para lograr que todos los responsables sean acusados.
Sin embargo, son pocos los casos que se denuncian de agresiones a mujeres periodistas, menos aún las que tienen contenido sexual, por ello mismo la conducta de mujeres como Lana o Jineth es fundamental para tratar este tema que es urgente en la agenda de los medios.
Muy pocas jefas
El mismo informe de RSF da cuenta de que las mujeres ocupan menos del 20% de los puestos directivos de los medios en el mundo. Aunque cada vez hay más mujeres periodistas, los altos puestos siguen estando reservados para los hombres. Esa ausencia de mujeres en los puestos directos provoca que los medios den una visión determinada en la prensa, "un mundo todavía ampliamente masculino en el que las mujeres están excluidas", señala la organización en el informe.
Las mujeres además suelen estar ausentes en la cobertura informativa y escasean como fuentes en las noticias. “Todavía estamos en un mundo muy masculino, del que las mujeres están excluidas, un mundo de hombres hecho por los hombres”, dice el documento.
Aunque en algunos lugares como Cuba, ser mujer periodista te da ciertas ventajas, como cuenta Magali Norvis Otero Suárez, quien afirma que "no golpean a las mujeres en las manifestaciones cuando van a cubrirlas", en otros lados el sólo hecho de ser mujer es ya un riesgo, y si a eso se suma la condición de periodista, el combo es fatal.
Las colegas de países como Afganistán o Irán, simplemente están invisibilizadas en una vorágine de violencia que es general para todas las mujeres, sin importar su edad o condición. Muchos de estos casos de violencia extrema, obligan a algunas periodistas a exiliarse de sus países, como revela el que entre el 10 y 15 % de las ayudas emitidas por RSF para demandantes de asilo proceden de mujeres, la mayor parte de ellas iraníes.
En Irán, las mujeres son "blanco preferido" de ataques, violencias y encarcelamientos ligados a su profesión de periodistas.
Las tradiciones machistas, desmerecen a las mujeres y por ende a su trabajo. Sin embargo son varios los casos en que se han hecho públicas denuncias de asesinatos por honor o terribles violaciones, justamente porque las que han cubierto el tema ha sido mujeres. Por ello el estudio también revela algunos casos de periodistas que, gracias a su implicación, han conseguido avances en la situación de la mujer, en ocasiones a costa de su propia libertad.
De acuerdo al informe presentado, uno de los mayores problemas para lidiar con las agresiones que sufren las mujeres periodistas, es justamente la falta de datos porque muchas de ellas no denuncian estos delitos. El caso de Lara Logan ha abierto un debate que demuestra que ni siquiera en los manuales para periodistas, como el del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por su nombre en inglés), se incluye una sección sobre violencia sexual o acoso.
“Tenemos muy poco en nuestro sitio [sobre el tema] porque las agresiones sexuales por lo común no nos son reportadas [...]. También reconocemos que la decisión de discutir sobre violencia sexual es una muy personal. Continuaremos documentando incidentes de violencia sexual en la medida que recibamos la información, pero siempre con el consentimiento del periodista involucrado”, escribió Lauren Wolfe, editora senior del CPJ, quien anunció además que el manual está en revisión y que la nueva edición incluirá una sección especial sobre las agresiones sexuales.
¿Vale la pena?
El ataque a Lara Logan comenzó una serie de discusiones de si debía o no estar en el lugar donde estaba, sabiendo que corría un peligro. Muchos mensajes de Twitter por ejemplo, culpaban a la periodista tildándola de irresponsable por no “ubicarse” en el entorno. Incluso un periodista bastante reconocido como Nir Rosen, tuvo que renunciar a su beca en la Universidad de Nueva York debido a que tomó el asunto “con humor”, y minimizó la agresión a Logan en varios mensajes por esa red, lo que ocasionó que muchos reaccionaran con indignación. Al conocerse la noticia Rosen tuiteó, bastante frívolamente, que con este ataque la corresponsal del programa “60 Minutos” conseguía superar a su colega de la CNN, Anderson Cooper, golpeado en la cabeza también cuando cubría las protestas en Egipto Rosen tuvo que pedir disculpas públicas.
¿Valía la pena que Lara estuviera ahí?, se preguntan muchos, y la respuesta es un rotundo sí. Estaba donde debía cumplir su trabajo, porque es buena en lo que hace y porque le apasiona su profesión.
Judith Timson, del diario Globe and Mail, señala que “el problema con esta historia -como con toda historia de agresión sexual en cualquier país- está en cómo lidiamos para entender a mujeres que han sido maltratadas sexualmente, y cómo no conseguimos hacerlo. Al parecer, somos incapaces de ir más allá de su apariencia física si es que las víctimas son bonitas, aún cuando estudio tras estudio muestra que los hombres agreden sexualmente a mujeres de todas las edades y apariencias. También nos mostramos a favor de restringir la libertad de las mujeres en lugar de perseguir con ahínco a los culpables y llevarlos a la justicia”.
La pregunta no es entonces si Lara debió estar donde estaba, sino por qué los atacantes reaccionaron como lo hicieron.
Limitar la problemática al género, es cerrar puerta tras puerta, coinciden las expertas. “Es muy fácil decir que lo que Lara Logan estaba haciendo era peligroso, cuando en realidad no deberíamos prestar atención a lo que la víctima ha hecho, sino a lo que el autor del crimen ha hecho. No es responsabilidad de la víctima evitar una agresión sexual y eso es algo que parece ser olvidado en muchas de la coberturas sobre crímenes sexuales”, dijo la periodista Anna North.
Según la revista Spectrum, lo que sucedió a Logan sólo pone de relieve los peligros que todos los periodistas enfrentan. “Cuando un reportero va a una zona hostil como Egipto, éste es el tipo de situación que va a enfrentar. Eso no significa que fue culpa de Logan, o que ella se lo buscó. Significa simplemente que ella estaba haciendo su trabajo como periodista y pagó un altísimo precio por ello”.
En debate
En 2007, la revista Columbia Journalism Review examinó el tema de abusos sexuales a corresponsales en el extranjero y destacó que con frecuencia las agresiones sexuales a reporteros no son denunciados. “Tal falta de debate público podría explicar por qué, sorprendentemente, no hay secciones sobre acoso y abuso sexual en los principales manuales sobre seguridad periodística [...]. Cuando se toma en cuenta el nivel de detalle para la protección ante otras eventualidades -como vacunarse y portar billeteras falsas- la omisión es asombrosa”.
La polémica está servida por el caso en sí y por la cobertura que ha recibido en Estados Unidos. Inicialmente la CBS silenció la noticia, que en realidad salió a la luz a través de tabloides sensacionalistas como el New York Post. Hay quien cree que eso ha supuesto una grave vulneración de la privacidad de Logan. Otros creen que el suceso es noticia y que, de no haber afectado a una reportera, ningún medio de comunicación habría vacilado en hacerlo público.
El debate no es nuevo. The New York Times ya tuvo que hacer frente a acusaciones cuando ocultó durante varios meses que uno de sus reporteros, David Rohde, había sido secuestrado por los talibán en Afganistán. El secuestro duró siete meses y la opinión pública no lo conoció hasta después de la liberación de Rohde, quien escapó de sus captores robando una cuerda y usándola para saltar por una ventana. En cualquier caso el periódico no quiso arriesgarse a que las noticias sobre el cautiverio de Rohde complicaran la negociación. El problema es que tales escrúpulos no suelen aplicarse cuando el secuestrado no pertenece al gremio periodístico.
Desde afuera
El informe también habla sobre las "mujeres de periodistas y defensores de los derechos humanos asesinados o encarcelados" que "en ocasiones se casaron con un hombre y con su causa". Como ejemplo cita a las 'Damas de blanco' de Cuba, el colectivo de madres y esposas de disidentes encarcelados desde la primavera de 2003 que se reúnen cada domingo para solicitar su liberación.
Finalmente la organización recomienda que se pongan en marcha programas específicos de protección de mujeres periodistas y que se refuerce la cooperación entre organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres y de la libertad de expresión.
Además, pide la creación de "Casas de Mujeres periodistas", que se apoye la creación de organismos de formación para ellas y que se creen asociaciones para reagrupar a las reporteras.
Datos de RSF, Women Journalism, BBC.
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